miércoles, 27 de abril de 2011

Crónicas de 44°

Yo sé que no me creerías si te dijera que la ciudad parece un infierno, estaba en la oficina y la visibilidad era borrosa, el aire blanquecino, sales a la planta, y a los alrededores puedes observar humo emanando del este y del oeste, otro mas al sur, protección civil se acerca a la puerta y nos pide que movamos los carros, porque el estacionamiento esta cerca del lote baldío lleno de pastizales y yerbas secas que ha matado este calor de 44° C.
Subes de nuevo a la oficina y te encuentras con que no hay luz y hay un olor a mezquite y yerbas quemadas impregnado en todo el lugar, te hueles la camisa y también tiene un olor a quemado, tus pulmones se sienten pesados de tanto humo respirado, la garganta se siente como si tuviera una infección, no hay como trabajar.
Hora de salida, te diriges al carro y en la salida ves que los incendios están amenazando la carretera, como queriéndosela comer y probándola primero con rojos lengüetazos, viendo como se quema el monte y los lugares aledaños, una residencial de las afueras de la ciudad acorralada por el fuego, la escena distrayendote de tu supuesto precavido manejo, y adelante de ti una camioneta de policía y tánsito, poniendo atención observas que de la ventanilla del piloto, sale una mano como acariciando el aire de atrás hacia adelante, haciéndote saber que tienes que rebasarla y avanzar porque esto se pondrá feo.
Ya en el camino, el carro sin clima y el calor, tu carro es automatico, bajas la ventana, colocas el brazo izquierdo en el marco de la ventana, lo observas negro, y lo sientes caliente, exclamando piedad, donde lo pongas le dará el sol, ya sentirás el agradecimiento la mañana siguiente que te levantes directo a bañarte, y le caiga el agua fría directa, un tremendo alivio, como si estuvieras apagando el fuego en la piel. Miras el retrovisor y ves tu rostro empapado, frente, patillas, casi todo lo que se cubre con cabello, incluso ese desnivel que se encuentra entre los labios y la nariz, volteas a los lados y ves rastros de incendios de días, semanas e incluso meses anteriores, que presenciaste en tus ires y venires a la labor, en un raro contraste de negro y verde, de carbón y yerba, de vida y muerte, mas adelante el desorden vial, puedes ver a todos huyendo a sus casas en busca de algún refugio, huyendo del calor de medio día.
Mas adelante puedes observar un cerro, el cerro del Topo Chico, tiene una columna de humo, puedes observar que es rara y confusa, parece salir de atrás del cerro, ya tiene dos días ahí, he visto impresionantes fotos de el cerro de noche, es un tétrico y hermoso paisaje, un juego de luces bailando en la oscuridad, como un carnaval de pequeños demonios que se divierten destruyendo todo y se ríen y sobre todo, fuman, y nos hechan la ceniza y el humo a la ciudad.
Aquí estas, buscando refugio, esperando la hora de llegar a la casa, no sé, prender el clima, tomarte una cervezita, ¿qué se te antoja, qué remedio?, las reglas de etiqueta, de moral a la hora de tomar alcohol, de ecologista a la hora de prender el clima, de lo que gustes y mandes, se olvidan cuando tenemos 44°C, el cerebro llega a un grado de calentamiento en el cual la única reacción lógica es tratar de enfriarlo, tratar de devolverlo a la vida, tratar de sacarlo del sartén.
Y así de poco en poco, y de coco en coco, nos hemos acostumbrado a la locura, a esas danzas de demonios, pero bueno, por lo menos alguien se divierte.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues los dioses del Olimpo como que están injustamente encabronados con Monterrey. Las lluvias, el frío, las balas, el calor, los incendios. Pudiera interpretarse hasta como una prueba de fe.

Siga dándole, Lope, a las "escribida". Mi única sugerencia sería que usaras más los puntos y seguido dentro de los párrafos.

Gibrán