jueves, 2 de agosto de 2012

El Rostro Borroso

A veces trato de recordarla, ese brillo en sus ojos, y esa sonrisa que cuando me miraba, me transmitía una rara certidumbre de haberla conocido, que sé yo una vida antes. Quisiera volverla a ver, pero sé que no sucederá, cada que me levanto, los días son mas pesados, es demasiada mi depresión que levantarme de la cama se vuelve un acto de tanta dificultad para mí. Venir arrastrando el pasado, es como una suerte de grillete atado a una bola de acero en el pie que te dificulta avanzar en tu vida.
Para recordar su rostro, hace meses me dediqué a investigar la técnica del sueño lucido, la técnica del sueño lucido es una técnica creada por un francés, en la cual se puede alterar conscientemente la realidad del sueño, y se puede llegar a manejar a su antojo, técnica que no domino en su totalidad, pero la he llevado acabo en diferentes ocasiones, cuando estoy dormido y me ataca la certeza de que estoy soñando.
La técnica me decía que empezara con algo simple, recientemente había salido de carretera, y una vez que me di cuenta de que en realidad estaba en un sueño por la irracionalidad de lo que sucedía, decidí probar el poder de mi mente para darme después a la tarea de recordarla, dado a que era un proceso de gradual dominio. Entonces quise reconstruir la carretera en la que viajaba, recuerdo que nos dirijamos a Abasolo, la imagen estaba muy mezclada, los colores en ciertas partes muy brillosos y en otras partes muy opacos, el asfalto gris se veía muy claro, pero las plantas y la tierra se mezclaban en un incierto oscilar de verdes y cafés. La escena no podía dejar de moverse, como las imágenes grabadas en mi mente, venían dentro de mi carro en movimiento, los recuerdos fluyeron naturales, hasta vi también un muy borroso señalamiento de carretera, de esos verdes que te anuncian los poblados próximos, Abasolo, bingo, esta funcionando, sin embargo, no dejo de avanzar, me gustaría pararme por aquí en el desierto, pero pronto me despierto. Se dice que si forzas mucho un sueño sin mucha experiencia, terminarás despertando.
Ah, el trabajo, me levanto sin ganas de la cama, directo a una ducha, agua tibia, 5 minutos, no necesito mas, me seco el cuerpo y salgo sin titubear a vestirme, y de ahí, a bajar al primer piso y arrancar en el auto.
El auto, esos autos solitarios de metrópolis, Monterrey esta infestado de autos, gracias a su estúpido transporte publico, uno de los mas deficientes del país, el regiomontano promedio utiliza el auto como medio de transporte, y generalmente él solo lo tripula. En promedio, los viajes son de una hora para llegar a los trabajos, a veces menos, pero da una pauta al conductor de ensimismarse en pensamientos, en mi caso, en los mismos pensamientos de siempre, no hay día en que no voltee al asiento del copiloto recordando ese lugar como el que tu usaste, como me mirabas, ahí, muy recatadita, sentada con tus brazos que al final tus manos se apoyaban sobre tus piernas, como niña que no rompe un plato, ¡Qué imagen!, sin embargo, puedo visualizar tu cuerpo, mas no tu cara.
Una serie de cláxones me devuelve a la realidad, esta en verde y es hora de avanzar, volteo a ver a los conductores de atrás con una cara de enojo increíble. Casi llegando a la oficina, veo un choque, el pan de cada día en esta ciudad, el embotellamiento, y yo llego tarde de nuevo. El Lic Martínez me recibe con muecas por la hora, y le señalo la ventana del edificio, por allá sucedió un choque, pero el Lic Martínez no entiende de explicaciones, ¿Para que se molesta en preguntar Lic Martínez, si no me cree?, ¡Claro que lo digo en la mente! de lo contrario sería despedido al instante.
Después del altercado, paso por un centenar de mamparas para llegar a mi lugar, miniescritorios pegados unos con los otros, algo muy usado también en la ciudad, porque últimamente todo tiene que ser pequeño, así el supervisor podrá llegar inmediatamente a tu lugar cuando hagas algo mal, saludo a Rogelio que va pasando, jugando con su pluma, dándole una serie de clicks infinitos que solo pararán hasta que se le canse el dedo, ¡Qué manera de de manejar la ansiedad Rogelio!. Por fin encuentro mi mampara, y me siento.
Enciendo la computadora, abro los programas necesarios para mi trabajo, y me dispongo a esperar cargar esos correos de clientes, con sus miles de ordenes de compras, algunos ya esperando en mi bandeja de entrada desde la madrugada anterior, porque el mundo globalizado no para. Tal vez yo me vaya a dormir, pero en otras plantas de otras partes del mundo, nadie para porque yo me fui a dormir, y a veces es difícil volver al ritmo actual del trabajo de los demás cuando ya pasaron dos turnos laborales y regresas al trabajo, con toda la labor que estos turnos te han juntado. Después de tratar de desmantelar aquel trabajo acumulado, por fin se acerca la hora de comida, después de tantas llamadas de estadounidenses que no hablan ni un "si", y sus correos, llega la hora del descanso.
Me dispuse a sentarme en una de las muchas filas de mesas del comedor del trabajo, el comedor tenía un collage de olores, desde atún y pollo, hasta café y tamales, todos mezclándose en un olor difuso en el comedor. Yo llevaba un sandwish de tienda de caja rápida para comer, con un sabor tan insipido, la lechuga sabía como a cartón y el jamón no se a lo que sabía, pero ciertamente no sabía a jamón.
Terminó la hora de comida, y la tarde pasó rápidamente, entre llamada y llamada, y con una suerte de magia cuántica, me veía ya de nuevo dentro del auto, manejando en mi camino de regreso a casa.
Cansado y a altas horas de la noche, lo único que quiero es llegar a dormir, en la noche el tráfico no es la locura de las mañanas, hasta puedo disfrutar el regreso a casa con un poco de jazz de la radio de la Universidad Regiomontana, el mentado Miles Davis, que con los faros de la ciudad convierten el paseo en un espectacular show de luces y música prodigiosa.
Los faros del carro por fin apuntan la entrada de mi casa y salgo del auto rápidamente, abro la puerta, y aviento los zapatos y la mayoría de la ropa al sofá, tal vez algo de comer antes de dormir, la televisión, el estúpido noticiero de la noche, mentiras y mentiras, una cerveza, para acelerar el proceso de sueño, y voilá, llegamos al estado onírico.
- Confuso, ¿No pibe?, ¿Qué hace este minino en tu casa si vos no tenes ninguno?, Y que rara que es tu casa, ¿Vos estas remodelando?
Pero lo mas raro de la escena, es esa extraña voz argenta que describe las cosas
- ¿Es que vos escuchas demasiado los audiolibros de Cortázar?, ¿O es que te encanta la manera de actuar del boludo de Ricardo Darín?
- ¡Eh mas respeto para Darín chinga'o!, todo esto es tan raro, debe ser un sueño, ¿Qué hace la voz de un argentino en el sueño de un mexicano?, se me va el inconsciente para el estadio del River Plate a apoyar a la hinchada.
- ¿Cómo adivinas gil?, ¿Es que de pronto te crees Freud y que sabes todo de la interpretación de los sueños boludo de mierda?
- Ya cállate, es tiempo de ver que pasa, si esto es un sueño debo tomar control de él, y con esta rara arquitectura, se me antoja perseguir a aquel gato que se fue huyendo.
Abro la puerta que estaba junto al agujero en el cual el gato se metió, y me lleva a una habitación con una abismal diferencia de ambiente, la habitación anterior en la que estaba era blanca, ahora estoy en otra verde y oscura, alumbrada por una antigua lámpara de petroleo, tan tenue, que el lugar parece tan acogedor. Pero de pronto se me ocurre pasar de nuevo por la misma puerta, la abro y llego a una habitación diferente, purpura, pero también oscura, las transiciones de una puerta a otra tenían una especie de brillo justo en el centro, justo en su umbral se iluminaba de sobremanera, hasta que veías el otro lado. Decidí dejar la habitación purpura y hacer lo mismo de nuevo, sin saber que me podría encontrar, todas estas raras habitaciones que son parte de mi subconsciente, abro la puerta, el brillo de nuevo, entro a una habitación roja de forma irregular también de luz tenue, esta vez es una lampara eléctrica situada sobre una mesa y también hay un sillón rojo y sentado en el sillón, aquel gato al que perseguía.
- Para boludo, ¿Cual es la obsesión que tenes vos por ese gato?, mira hacia donde te esta llevando, esto es casi una metáfora de como llevas tu vida, estas persiguiendo algo que ya no tiene la menor importancia ¿Qué esperas, que tu vida se resuelva cuando lo atrapes?, ¡si es así sos un tremendo pelotudo!.
- Significa, buenos tiempos, los tiempos viejos en que ella y yo solíamos estar juntos, es algo tan preciado, algo a lo que quisiera aferrarme.
- Para boludo, para que venís aquí a mis dominios y te haces el gil, el idiota, diciendo boludeces, no podés decir siempre boludeces, porque en cierta parte, la vida se pone buena y no querés arruinarla con boludeces.
Mi inconsciente tenía razón, pero no le hice caso, me acerqué a aquel gato, me senté en el sillón, y empezó a ronronear, era ella, mi subconsciente la había transformado en un gato, seductora, pero al acercarmele más soltó un zarpazo.
- Ya viste lo que pasó, ¿Querés que te lo explique en peras y manzanas, gil?
Y ahí fue cuando pasó, al final del tiempo, cuando la perdí, me dediqué a ver lo bueno, nunca me dí cuenta del carrusel de emociones, los tiempos no siempre fueron buenos, en su mayoría fueron malos. El ambiente del sueño se tornó brilloso, y ahí estaba ella, su rostro, ya era visible, y enfrente de ella, un hombre, y un beso, y mientras yo miraba boquiabierto y horrorizado, alguien que pasaba me dio un pequeño empujón, y se me cayó mi corazón, parecía vasija de porcelana, se quebró y salió disparado por el suelo de toda la fiesta, la ultima escena que recuerdo, en aquella fiesta que yo faltaría, pero la sorprendería con mi presencia, en aquella fiesta de parteaguas de nuestra separación, es por eso que mi mente no recordaba su rostro, porque fue una descarada. Al final entendí que los sueños tienen otro lenguaje y tratan de decirnos algo, y el sueño lucido nos da algo de diversión, pero si queremos escucharnos a nosotros mismos, debemos interpretar lo que quisieron decir.
Al día siguiente, la depresión desapareció. Cuando me subí al carro ya no la veía, y saliendo del trabajo, fui directo a la librería, mi subconsciente había hecho un buen trabajo, le compré un libro de Cortázar. Cayendo la noche empecé a leer el libro y caí dormido dentro de poco.
- ¿Cortázar de nuevo?, ¡no me rompas las pelotas!.

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